
A la izquierda, Gusti aprende a pescar con los zápara, pobladores de la selva. A la derecha, un nene zápara con el machete del papá. Abajo, una vista aérea de la selva y unos retratos de Gusti hechos por Anne Decis.
En el año 2001, Gusti viajó a la selva, en Ecuador, con una misión extraña: conocer a las águilas harpías. Algunos años después escribió Mi papá estuvo en la selva, un cuento ilustrado por Anne Decis que acabamos de publicar y que está llegando a las librerías.
Le pedimos a Gusti que él mismo contara cómo había sido todo el asunto. Por supuesto, también nos mandó fotos y dibujos.
“Quiero contarles que soy dibujante –aunque en este libro soy el escritor–. Además, me gustan mucho los animales, sobre todos las águilas. Por eso me fui a la selva amazónica, en Ecuador.
Resulta que allí viven los záparas, un pueblo cuya lengua está entre las más amenazadas del mundo. Eso significa que quedan solo unos pocos záparas, ancianos, que la hablan. También significa que la cultura de los zápara está amenzada. Pero en la selva vive también un águila que es la más poderosa del planeta: el águila harpía.
Hasta allí, para estudiar esas águilas, se fue Ruth Muñiz, una bióloga española. Para eso, debió adentrarse en la selva y convivir con los zápara, porque ellos son los que saben cómo encontrarla; ellos saben lo que significa el águila para la selva. Y yo también estuve ahí.
Durante esa temporadita aprendí un poco de las costumbres, el idioma, la idea del mundo que tienen los zápara… Y así, en un cuaderno fui dibujando y escribiendo todas las experiencias que vivía. Hay muchas anécdotas increíbles, como cuando me corté el pelo con una mandíbula de piraña o cuando me encontré esa araña gigantesca…
Así nació la idea de Mi papá estuvo en la selva: un día, para explicarle a mi hijo cómo se educan los niños allí (¡tan diferente de los de la ciudad), escribí un cuento. Pero lo hice al revés: lo escribí como si fuera mi hijo quien cuenta las cosas que su padre le contó (y que además es un poco exagerado).
Un día Anne leyó el cuentito y sin darse cuenta se puso a hacer dibujitos muy chiquitos en una hoja. Cuando los vi, dije: “¡Ya está ¡Ya tengo los dibujos para el cuento!”
Preparé una maqueta y se la lleve a un editor. Se entusiasmó tanto que me dijo que lo publicaría, pero al cabo de un año cambió de opinión. Luego se lo mostré a otro y a otro… A todos les gustaba, ¡ja! pero siempre había algún pero, que si tenía mucho texto que si esto, que si lo otro.
Hasta que un día, fui a visitar a Diego y Ruth, los editores de Pequeño editor. Ellos vieron el libro y se enamoraron… ¿Habría encontrado mi editor, finalmente? Parece que sí, porque después de casi dos años, aquí está. Y está buenísimo. Un saludo, Gusti.”

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